No hay nada como un buen croissant, pronunciado cruasán o curasán, tierno, esponjoso y reluciente, con su café con leche en su punto de café y de calentito. Ése ha sido el que me he tomado esta mañana para desayunar.
Placer de Dioses, de ángeles, no sé qué placer tenían los faraones..., en resumidas, Mi Placer.
Nada que ver con el croissant seco y deslustrado que comí anoche a modo de cena en la cafetería de la Clínica a las 9:20, cierran a las 9:30, a toda prisa.
Aquel, era el superviviente dentro de la vitrina, de un duro día. Había quedado deshidratado, entre el aire acondicionado y las altas temperaturas del mes de agosto. Su autoestima, por los suelos, nadie lo había escogido, se había ido arrugando a lo largo de las horas y a mi me lo pusieron en el plato viejo y cansado. Me lo comí aún siendo incomible, el pobre....
Los croissants tienen una vida, como todo...y hay que respetarla.
Un buen croissant es el Rey, el líder de los desayunos, el must, como dicen los franceses, de cuyas pastelerías se dice que salió este referente de la gastronomía gala.
Lo distinguirás porque sus formas son refinadas, estilizadas, elegantes. Su color, característico, bronceado todo el año. El cuerpo, lozano, de piel ligeramente crujiente y carne suavemente mantecosa cuya miga se abre en mil hojas.
Un deleite, un lujazo, al menos para mi. Una exquisitez que me concedo de vez en cuando, para que no pierda eso, el encanto de lo no cotidiano.
Me decanto por esta delicada pasta porque soy más de dulce. El croissant es el compañero de la Flauta de virutas de jamón Ibérico, para los que prefieren el salado.
Se encuentran los dos sobresaliendo de entre el resto, en la misma vitrina.
Ambos tienen luz propia, atractivos, te intentan seducir y captarte, como un imán. Eres tú el que debe decidir.
No son adversarios ni competidores. Cada uno tiene su público, selecto en ambos casos, pero completamente distinto.
Croissant y flauta o bocadillo no hablan el mismo idioma, viven en mundos diferentes, provienen de cunas distintas.
Uno, nacido probablemente en uno de los barrios más chics de París. Internacional, presente en las mejores cafeterías del mundo, supongo.
Yo, es que no soy mucho de desayunar fuera de las fronteras, pero me imagino.
El bocadillo de jamón, de recia familia andaluza, porqué no...es más de aquí, aunque se abre camino en Nueva York y Japón, de mano de emprendedores restauradores. Que no descubran, por favor, nuestros jamones al resto de la humanidad, corremos el riesgo de quedarnos sin...Y no es por nada, pero son nuestros.
Y si les gusta, pues que aprendan.
El dulce compite en su terreno con la ensaimada, la magdalena o cupcake, como se llama ahora, el churro, la porra y las tostadas con mantequilla. Cafés, tés y frutas lo acompañan.
El bocadillo de jamón alterna con tortillas, huevos fritos, salazones y encurtidos. Vinos de reserva y rubias cervezas van de su brazo.
Ya te digo : mundos distintos, radicales.
Pero nada que un buen liberal no pueda compaginar...
En mi caso, ya veis, el croissant siempre en el desayuno. A partir de ahí, el jamón, mejor ibérico, claro, entre pan y pan. Hablar del imprescindible buen pan, ya sería tema aparte.
Existen momentos para todo.
En fin, cené croissant y he desayunado croissant, el último del día y el primero de la mañana.
Cuando estás en una clínica de acompañante, ya se sabe, la Dieta del croissant.
Placer de Dioses, de ángeles, no sé qué placer tenían los faraones..., en resumidas, Mi Placer.
Nada que ver con el croissant seco y deslustrado que comí anoche a modo de cena en la cafetería de la Clínica a las 9:20, cierran a las 9:30, a toda prisa.
Aquel, era el superviviente dentro de la vitrina, de un duro día. Había quedado deshidratado, entre el aire acondicionado y las altas temperaturas del mes de agosto. Su autoestima, por los suelos, nadie lo había escogido, se había ido arrugando a lo largo de las horas y a mi me lo pusieron en el plato viejo y cansado. Me lo comí aún siendo incomible, el pobre....
Los croissants tienen una vida, como todo...y hay que respetarla.
Un buen croissant es el Rey, el líder de los desayunos, el must, como dicen los franceses, de cuyas pastelerías se dice que salió este referente de la gastronomía gala.
Lo distinguirás porque sus formas son refinadas, estilizadas, elegantes. Su color, característico, bronceado todo el año. El cuerpo, lozano, de piel ligeramente crujiente y carne suavemente mantecosa cuya miga se abre en mil hojas.
Un deleite, un lujazo, al menos para mi. Una exquisitez que me concedo de vez en cuando, para que no pierda eso, el encanto de lo no cotidiano.
Me decanto por esta delicada pasta porque soy más de dulce. El croissant es el compañero de la Flauta de virutas de jamón Ibérico, para los que prefieren el salado.
Se encuentran los dos sobresaliendo de entre el resto, en la misma vitrina.
Ambos tienen luz propia, atractivos, te intentan seducir y captarte, como un imán. Eres tú el que debe decidir.
No son adversarios ni competidores. Cada uno tiene su público, selecto en ambos casos, pero completamente distinto.
Croissant y flauta o bocadillo no hablan el mismo idioma, viven en mundos diferentes, provienen de cunas distintas.
Uno, nacido probablemente en uno de los barrios más chics de París. Internacional, presente en las mejores cafeterías del mundo, supongo.
Yo, es que no soy mucho de desayunar fuera de las fronteras, pero me imagino.
El bocadillo de jamón, de recia familia andaluza, porqué no...es más de aquí, aunque se abre camino en Nueva York y Japón, de mano de emprendedores restauradores. Que no descubran, por favor, nuestros jamones al resto de la humanidad, corremos el riesgo de quedarnos sin...Y no es por nada, pero son nuestros.
Y si les gusta, pues que aprendan.
El dulce compite en su terreno con la ensaimada, la magdalena o cupcake, como se llama ahora, el churro, la porra y las tostadas con mantequilla. Cafés, tés y frutas lo acompañan.
El bocadillo de jamón alterna con tortillas, huevos fritos, salazones y encurtidos. Vinos de reserva y rubias cervezas van de su brazo.
Ya te digo : mundos distintos, radicales.
Pero nada que un buen liberal no pueda compaginar...
En mi caso, ya veis, el croissant siempre en el desayuno. A partir de ahí, el jamón, mejor ibérico, claro, entre pan y pan. Hablar del imprescindible buen pan, ya sería tema aparte.
Existen momentos para todo.
En fin, cené croissant y he desayunado croissant, el último del día y el primero de la mañana.
Cuando estás en una clínica de acompañante, ya se sabe, la Dieta del croissant.